En una mirada retrospectiva a los más de 20 años de trabajo con emprendedores sociales y sus organizaciones, yo a menudo me pregunto cómo integré el concepto de que éxito significaba que el emprendedor o la emprendedora masificara su emprendimiento para lograr un impacto en las políticas y prácticas nacionales e internacionales. Al reflexionar, es sencillo comprender cómo el discurso tomó esa senda, y por qué a muchísimas personas nos sedujo el pensamiento de una promesa de cambio social transformacional respaldado exclusivamente en el hombre o la mujer heroicos y su organización individual, de allí vino el imperativo de incrementar y replicar esa organización única lo más rápido posible.
Afortunadamente, hay un reconocimiento colectivo entre la mayoría de nosotros y nosotras que hemos jugado un papel en influir el pensamiento del ’emprendimiento social’ de que cambiar el mundo lleva mucho más que una persona visionaria, carismática, talentosa y apasionada, aunque por cierto es un buen punto de partida.
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